Nadie duda de que el futuro de la Humanidad pasa por la transformación de todo su ecosistema energético para enfocarlo en la dirección de las fuentes limpias y renovables. Una tarea que cuenta con muchos candidatos en la parrilla de salida pero que cada día que pasa, va ofreciendo mejores opciones a una de ellas. Nos estamos refiriendo al hidrógeno como combustible alternativo, e inagotable, para alumbrar calles, impulsar nuestros coches y calentar el agua de la calefacción de nuestras casas.
Ahora bien, como toda transición que se precie, va a necesitar de muchos años para implementarse y de una apuesta decidida tanto por empresas y compañías del ámbito privado, como sobre todo de organismos e instituciones públicas que tendrán en su mano facilitar su adopción a los usuarios. Ahora bien, ¿qué tiene el hidrógeno que no ofrezcan las demás alternativas limpias y renovables que están compitiendo en el mercado?
¿Será el hidrógeno el futuro del combustible alternativo?
Nils Anders Røkke, presidente de la Alianza Europea de Investigación Energética, en declaraciones a National Geographic, tiene muy claro cuál será el papel de este gas en el futuro: "es imposible alcanzar los objetivos energéticos marcados por la Unión Europea para 2050 sin desarrollar una economía basada en el hidrógeno". Es evidente que los expertos son conscientes de que cualquier ayuda será fundamental para librarnos para siempre de la huella de carbono provocada por muchos de los combustibles fósiles que todavía se utilizan. A partir de esa idea, la comunidad científica está buscando la manera de obtenerlo de forma limpia, sostenible y rentable.
La primera razón para pensar que el hidrógeno será el combustible del futuro tiene que ver con su "inagotabilidad". Estamos, como te he comentado, ante el elemento más abundante del Universo, lo que es decir mucho ya que virtualmente garantiza un suministro constante e ilimitado. Paradójicamente, en la actualidad la mayor parte del que se utiliza en la industria y otros sectores se conoce como "hidrógeno gris" porque para su proceso de electrólisis (separación de los átomos de agua) se emplea electricidad que se genera a partir de la utilización de combustibles fósiles.
Esquema del proceso de electrólisis | Wood Mackenzie
Es por eso por lo que el gas que se obtiene a partir del uso de fuentes de energía limpias y renovables se conoce como "hidrógeno verde" (también lo hay "azul", que produce una menor cantidad de emisiones a la atmósfera) y, a diferencia del "gris", su huella de carbono es inexistente. Esas fuentes limpias que son necesarias para llevar a cabo el proceso de electrólisis son las que tienen que ver con energías como la solar o eólica, que no provocan emisiones de gases de efecto invernadero a la atmósfera. Solo así es posible considerar la obtención de este tipo de hidrógeno como una verdadera alternativa energética de futuro.
Ventajas del hidrógeno como fuente de energía
Esa forma de obtener hidrógeno a partir otras fuentes renovables y limpias se llevaría a cabo a través de la construcción de electrolizadores. Calculando los costes de producción, transmisión y distribución de ese hidrógeno, estamos hablando de una energía con un suministro de bajo coste. Además, la utilización del excedente energético eólico y solar, que ahora mismo no se almacena y se pierde, permitiría cubrir los picos de excedente en los que otras energías renovables ofrecen dificultades para utilizarse por imprevistos meteorológicos. Así, el "hidrógeno verde" producido podría comercializarse directamente y destinarse, también, para generar electricidad cuando la producción (eólica o solar, por ejemplo) sea escasa.
Este papel que puede desempeñar el hidrógeno le convierte en un importante factor regulador del equilibrio en el mercado eléctrico, que permitiría obtener energía de él y administrarla para conseguir siempre el mejor coste, gracias a la posibilidad de producirlo masivamente para satisfacer la demanda y, a su vez, reducir los precios y conseguir un mejor equilibrio del mercado. Sin picos demasiado altos por la escasez, ni demasiado bajos por la sobreexplotación.
Otra de las ventajas del hidrógeno es su forma de almacenamiento ya que es muchísimo más eficiente que la que se consigue gracias a otras fuentes. Así por ejemplo, es posible tenerlo (comprimido) mucho más tiempo guardado en un tanque sin perder un ápice de su capacidad energética y, en comparación con, por ejemplo, las baterías de li-ion que equipan muchos vehículos eléctricos, su peso es menor y la densidad energética mayor, por lo que conseguimos un mayor rendimiento en todos los aspectos: transporte, precio y rentabilidad.
Precisamente, este último detalle (la posibilidad de almacenamiento) es el que puede ser decisivo para que en un futuro se impongan los vehículos impulsados por hidrógeno ya que, a diferencia de los modelos con baterías de li-ion, permiten unos tiempos de repostaje en las "hidrogeneras" mucho más reducidos que en el caso de aquellos que tenemos que enchufar a un cargador eléctrico. Y estamos hablando de diferencias que van de los cinco minutos de los modelos compatibles con este gas, a la media hora en el mejor de los casos de los EV tipo Tesla.
Inconvenientes y dificultades del hidrógeno
El gran inconveniente que tiene el "hidrógeno verde", que es el que aspira a formar parte del futuro energético sostenible del planeta, es que es necesaria energía limpia y renovable para fabricarlo en grandes cantidades y, ahora mismo, todo ese ecosistema no existe. Como te he contado, tanto la energía solar como eólica están destinadas al consumo inmediato por lo que todo el excedente se pierde. Solo desarrollando tecnologías que permitan la construcción de electrolizadores libres de la energía proporcionada por los combustibles fósiles se permitirá una transición energética limpia y respetuosa con el medio ambiente.
Y es por esa razón por la que el gran inconveniente de una buena cantidad del hidrógeno que se consume en la actualidad es que procede de combustibles fósiles, como son el gas natural o el carbón, que emiten a la atmósfera, todos los años, más de 800 millones de toneladas de dióxido de carbono.