El capital natural se define como el conjunto de recursos que forman parte de un ecosistema. Este concepto surgió en el año 1973 y apareció por primera vez en el libro “Small is Beautiful” escrito por el economista E.F. Schumacher. En esta obra se hace referencia al capital natural como a las formas de vida que aportan bienes y servicios que son fundamentales para el desarrollo de la vida. Algunos ejemplos de capital natural son el aire, el agua, el suelo o la presencia de seres vivos.

Hoy en día el capital natural también se analiza desde el punto de vista económico. En este caso el concepto hace referencia a las ganancias que aportan los bienes naturales. Actualmente, muchos bienes y servicios aportados por la naturaleza son esenciales para las actividades económicas de muchos países del mundo.

Por otro lado, hay varios tipos de capital natural. Uno de ellos es el renovable que menciona a los bienes y servicios que aportan los ecosistemas y que pueden mantenerse de forma independiente. Algunos de ellos son la regulación del clima, los agentes subterráneos o las raíces de los árboles.

En el punto opuesto se encuentra el capital natural no renovable, que está formado por los recursos que tienen un fin. En este grupo se encuentran el carbón, el hierro o el petróleo. Hoy en día también aparecen elementos químicos como el hidrógeno verde, presente en los entornos naturales y que se obtiene de una forma sostenible. Este factor diferencia al hidrógeno verde del hidrógeno tradicional que se extrae de un modo que puede ser perjudicial para el medio ambiente.

Otras modalidades son el capital natural recuperable formado por la capa de ozono o por el agua potable y el capital natural cultivado que está directamente relacionado con la producción silvícola o agropecuaria.

¿Cómo se mide el capital natural?

El capital natural se puede contabilizar siguiendo diferentes métodos, uno de ellos es la valoración económica de los sistemas que se basa en asignar un valor monetario a los recursos naturales. Otro es la métrica de sostenibilidad, que mide el estado en el que se encuentran los recursos naturales y su evolución. También aparece la evaluación de la huella ecológica que contabiliza el impacto ambiental que generan los consumidores en el planeta. Finalmente, está el análisis de ciclo de vida que mide la huella que deja un producto durante toda su vida útil.